Guatemala, 23 de Marzo del 2013
Hace una década el país podía vivir relativamente satisfecho, dejando a un lado la violencia, que crecía, y las injusticias, que cada vez eran más. Corrían buenos días para los Acuerdos de Paz, y con toda razón. Se habían firmado hacía cinco años, contaban con espacio propio y determinante en el quehacer nacional y nadie, en su sano juicio, se atrevía a ponerlos en tela de duda. Ni siquiera sus eternos y más acérrimos adversarios, quienes preferían callar, al menos en público. Pero, tras bambalinas, las fuerzas de derecha se reunían y, en secreto, planificaban cómo tirarlos al traste.
En un marco de consecutivos gobiernos de derecha, tenían a su favor todas las ventajas. Concluyeron que era factible, pues, que el pueblo se olvidara de los mismos y que, por lo tanto, fuéramos echándolos en saco roto.
Así ocurrió en materia educativa, campo en el cual, con éxito, lograron que la gente común, a lo largo y ancho de todo el país, se olvidara del mandato de Reforma Educativa que había suscrito el Estado. Existía el convenio, suscrito debidamente, de profesionalizar al magisterio, para que nuestros jóvenes recibieran una educación suficientemente digna. La administración Portillo inició esta tarea, pero, tras crear un plantel de educadores portillistas para que la asumiera, a esta se la tragó la oscura garganta del olvido. Fue así como los juegos políticos de la derecha dieron por tierra con el contenido del convenio y, con ello, con la posibilidad de una mejor graduación de nuestros jóvenes.
Luego le tocó el turno a los Derechos Humanos, que también estaban contenidos como uno de los temas que tendrían que estudiar. Todo tipo de epítetos se dejaron caer sobre el concepto. “Los Derechos Humanos sólo sirven para defender delincuentes”, gritaban los sacrosantos medios de opinión pública. “En lo que me echen preso, acudo a los Derechos Humanos”, y otra suerte de retahílas. El deterioro de la justicia, que fue notorio, fue culpa, entonces, de los Derechos Humanos. En fin que, así, el tema perdió su vigencia y su valor. Finalmente, la gente se olvidó del asunto, y punto final. Con ello, el pensum de estudios de los muchachos dejó pasar un ítem de importancia.
No había, por parte de las derechas, ningún interés por abordar esos temas. No sólo en cuanto concierne a las derechas con poder, que son muy pocas, sino que, como suele ocurrir, se sumaron las derechas pobres, ausentes de poder, sin darse cuenta de que, al hacerlo, se condenaban a sí mismas. Así, los temas de los Acuerdos de Paz se vieron excluidos del pensum de estudios de primaria y secundaria. Se dijo “adiós” al rubro derivado de Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, al que se desprendía del Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y de Situación Agraria, vinculado al tema de la alimentación del pueblo. Se olvidaron de los temas que habían sido previamente negociados y firmados por el Estado guatemalteco. Dentro de ellos, los convenios para que se implementara una Reforma Educativa, que hubieran representado un cambio sustantivo en los estudios de todos los jóvenes.
A pesar que hubo todo un esfuerzo a nivel nacional para producir importantes y sustantivas propuestas, como la nacida de la Comisión Consultiva para la Reforma Educativa, la verdadera Reforma Educativa, nacida de los Acuerdos de Paz, hoy yace inmóvil y olvidada. En su lugar, hay toda una contrarreforma promovida por la derecha, que se cuelga del nombre “Reforma Educativa” para justificar su implantación o imposición. Tristemente el objetivo de las derechas se logró: Hoy, nadie menciona siquiera a la Reforma Educativa, como no sea para introducir temas que, violentándola, interesan que pasen aprobados.
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