La distribuidora de energía eléctrica en Suchitepéquez es una empresa que no ha generado ni un solo centavo para el país, que cobra a su gusto, placer y conveniencia, que multa a quienes tienen que esperar sentados las cantidades que ella decida cobrarles, pero resulta que ahora esta empresa se está portando peor. Ya no sólo no le interesan las facturas de luz que deja de percibir, sino que, incómoda porque la gente protesta, ha decidido, unilateralmente, pasarle la cuenta a los dirigentes comunales.
En primer lugar, esta empresa no es nacional. Es extranjera. Así lo decidió Álvaro Arzú cuando el pueblo lo invistió como Presidente. Optó por privatizar la energía, entre otras cosas. Pero también Alfonso Portillo, Oscar Berger, Álvaro Colom y Otto Pérez han optado por tomar el mismo camino, (es decir, el de ir poco a poco privatizando el país), y entonces ceden ante los abusivos cobros de las transnacionales, sin pensarlo dos veces. Se olvidan que el pueblo fue quien les dio su voto, y lo traicionan, también en esto.
En segundo lugar, esta empresa, extranjera, no ha invertido ni un solo centavo en la construcción de las líneas que ocupa para distribuir. Éstas fueron construidas con dinero del pueblo. Allí están, colocados a la vista de todos, los tubos, los cables, los transformadores, en fin, todo lo que cada uno de nosotros puso para que le fuera posible tener luz. Pero esa empresa es la que cobra. En infinidad de ocasiones, muy por encima de lo que dicta el monto salarial promedio.
Carecen, pues, de autoridad moral para cobrarle absolutamente nada a nadie. Pero cuentan, para hacerlo, con el respaldo del Estado. No les tiembla el pulso para decretar dos estados de sitio en Malacatán, por ejemplo. A ellos qué les importa que el pueblo tenga necesidades. Su única preocupación mayor reside en cobrarle a la gente para obtener su ganancia, y que la gente esté dispuesta a pagar lo que cobran.
Ahora, como muestra de su prepotencia, la emprendieron en contra de los dirigentes de Suchitepéquez. Los han hostigado hasta casi hacerlos perder la paciencia. El colmo se ha dado en contra de nuestra compañera Ana María Quiroa de Díaz, ante quien han desplegado un ataque digno de mejores causas.
No solamente han cortado la energía eléctrica en su casa, sino que lo han hecho en el Taller de su esposo y en la casa de su hijo. Estos hechos, naturalmente, hieren a la persona en contra de quien van dirigidos. Esto tiene nombre y es terrorismo. Cuánto se llenan la boca las empresas al señalar de terroristas a quienes defienden los derechos de los usuarios víctimas de tantos años de abusos, pero ellos son los que ejercen actos de terrorismo de manera impune. ¿No estaría la compañera en todo su derecho de acudir al Ministerio Público o a un tribunal y emprender una demanda por daños y perjuicios? El privar alevosamente de un servicio público esencial como lo es la energía a una persona o a una comunidad es agresión terrorista.
La gerente de la empresa eléctrica de Suchitepéquez es la principal actora en estos hechos. Piensa quizá que con esto se detendrá la lucha, pero se equivoca. Lesiona sí, agrede sí, pero no desanima jamás la lucha y, en cambio, pone más leña al fuego.
Como se ha dicho en otras ocasiones, quien siembra vientos cosecha tempestades.
¡Basta ya de tanto abuso
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