Una vez más, Guatemala nos tiñe de vergüenza. Ahora fue el desarrollo del juicio contra Ríos Montt y el Jefe de Inteligencia Militar de su gobierno. Dos claras cabezas que dirigieron las prácticas de genocidio acometidas por el Ejército durante el conflicto armado, quienes enfrentaban la justicia, acusados de serios cargos de los que, a todas luces, resultaban culpables.
Pero una Juez, sencilla y simplemente, decidió dejarlo en suspenso. Así como suena. No le importó el rango internacional que tomaba la medida; no le importó el impacto que el juicio causaba en los medios nacionales; no le importó nada, en absoluto. Ella decidió que estaba en su poder suspenderlo, y retroceder el proceso dos años atrás, con una burda maniobra a través de la cual se extralimita en sus funciones e intenta beneficiar a los acusados.
Esa medida, por lo demás ilegal, no cabe entre los avatares del juicio. Se trata de un hecho absolutamente irresponsable, acometido por una Juez que cuenta ya a su favor con una serie de fallos igualmente ilícitos. No hay duda.
Los militares, colocados así ante un fallo que aparentaba beneficiarlos, procedieron cautelosamente. Pero, con juicio o sin él, son culpables. Cometieron genocidio, y no sólo en contra de mil setecientos y pico de casos, sino que cabe abrirles muchos más. Que, en el colmo del descaro, permanezcan ahí, negando el genocidio, es muestra de que carecen de la estatura moral para enfrentar los cargos.
Triste es la comparación, pero la historia da cuenta de algunos acusados de genocidio en Nuremberg que mostraron más vergüenza a la hora de tener que enfrentar la justicia por sus crímenes cometidos. Estos, los de Guatemala, en lugar de asumir su situación en el juicio como un hecho consecuente con sus actos, se colocan en posición de víctimas, lloriquean cobardemente alegando que se violan sus derechos humanos, acusan de manera estúpida a las ONGs que acompañan a las víctimas de ser las causantes de todo. Como si las osamentas de los masacrados se hubiesen encontrado en las oficinas de las organizaciones y no en los destacamentos militares. Tal como decía Goebbels: repite una mentira tantas veces para que se convierta en verdad. Valiente ejemplo el que eligen seguir.
Ya es hora que actúen como los hombres que dicen que son y no como ombres, que no mostraron respeto a los derechos humanos de niños, mujeres, ancianos y población indefensa, que murió en medio del grito silenciado de su horror y dolor. Ellas, las víctimas, no tuvieron juicio, ni abogados. Ellas, las víctimas no tuvieron jueces vendidas. ¡Valientes soldados, kaibiles, oficiales y Generales!
Lo más riesgoso, de prevalecer la impunidad, es la reacción que pueda haber desde la población que se sienta traicionada.
Quien siembra vientos cosecha tempestades.
¡Basta ya de intentar manipular la justicia y la verdad!
¡No a la cobardía de los que a todas luces son culpables!
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