Guatemala, 8 de Octubre del 2007
Elecciones amañadas por todas partes
En Costa Rica, el referéndum sobre el TLC lo ganó el “si” por una mínima diferencia, a pesar de que todas las encuestas vaticinaban lo contrario y de que la población misma reiteradamente había mostrado su rechazo en las calles. Lo mismo ocurrió allá meses atrás, en Febrero del 2006, con la victoria electoral de Oscar Arias, político de una posición claramente de derecha, sobre el candidato Otón Solís, que presentaba una propuesta calificable como de izquierda.
Idéntico escenario se repitió en México, en Julio del 2006, en donde el triunfo de Calderón sobre López Obrador se dio por una dudosa diferencia prácticamente nula, pero de extraordinario significado para la preservación del poder de las derechas en aquel vecino país.
Perú también presentó una situación similar, puesto que en su proceso electoral resultó vencedor Alan García sobre Ollanta Humala por estrecho margen, pero, aunque estrecho, determinante en términos de perpetrar los intereses egoístas de las derechas dominantes en aquel país.
Estos procesos de votación realizados en Costa Rica, México, Perú, El Salvador y ahora de nuevo en Costa Rica, tienen un elemento común: los resultados oficiales hechos públicos son cuestionables, debido sobre todo a los procesos de conteo electrónico de votos, que han dado muestras de estar amañados. En ninguno de esos casos, el conteo electrónico coincide con el conteo manual. Es decir, es evidente que, en todas esas ocasiones, se han producido flagrantes fraudes que niegan, de manera brutal, la voluntad popular expresada en las urnas.
En todos los casos mencionados, las fuerzas políticas en contra de las cuales aplicaron los mecanismos fraudulentos han procedido a plantear denuncias formales y bien documentadas, pero ese proceder no ha generado resultado positivo alguno. En México, derivado de las denuncias interpuestas, se procedió incluso a realizar un conteo manual en una pequeña cantidad de mesas, y esa sola acción, aunque limitada, puso en evidencia las inconsistencias entre lo que dicen las computadoras del Tribunal Electoral y lo que dicen las boletas depositadas por los electores. Pero, aún así, no se logró invalidar el resultado oficial, aunque ya se había demostrado que el mismo era sin duda fraudulento.
Ante esos precedentes, aquí, en Guatemala, las fuerzas políticas de izquierda solicitaron formalmente al Tribunal Supremo Electoral la acreditación de fiscales que supervisaran el proceso computarizado. Sin embargo, esa solicitud fue denegada bajo el argumento de que esa función no la contemplan las leyes electorales. Queda en claro, pues, que la legislatura vigente en esa materia se ha quedado desfasada ante el avance tecnológico, tema que ha sido aprovechado por quienes detentan el poder, con miras a perpetuarlo para su exclusivo beneficio.
El precedente para esta nueva modalidad de trampear los procesos electorales no lo crearon los políticos títeres latinoamericanos, sino sus amos del Norte, pocos años atrás, durante el proceso eleccionario realizado en Estados Unidos que condujo a la elección de George Bush. Las diversas marrullerías que realizaron en Miami, con el respaldo del Gobernador local, precisamente hermano de Bush, les dieron la pauta. Y luego ese modelo lo han convertido en una constante, repitiéndolo en donde les es posible, elección tras elección.
La práctica del fraude electoral, claro, no es nueva ni se limita a estos ejercicios electorales mencionados arriba. Los países que conformamos América Latina, casi sin excepción, acumulamos muchísimas nefastas experiencias sobre procesos fraudulentos. En nuestros países es común que se pongan en práctica el acarreo de votos, la doble cedulación, los padrones alterados, etc., y, ahora, las computadoras programadas de manera que el conteo de los votos arroje, al final, los resultados que convienen a las derechas locales y al Gobierno de los Estados Unidos. Sigue siendo cierto, pues, que en nuestros países hasta los muertos votan.
Sobre este tema, las organizaciones populares habremos de reflexionar con profundidad en las fechas venideras, porque no es aceptable que se manipule de semejantes maneras un proceso que hoy, por los hechos acaecidos, ya no inspira confianza. Si la población deja de creer en la alternativa electoral como vía para generar cambios positivos, ¿qué otro camino le queda? Si las elecciones no son más que una gigantesca trampa para tomarle el pelo al pueblo e imponer la voluntad excluyente de las derechas, ¿cuál será, entonces, el camino a seguirse?
Desde el FNL expresamos nuestro respaldo, aplauso y respeto al gallardo pueblo costarricense, agredido por segunda ocasión a partir de mecanismos fraudulentos que le niegan el espacio a su voluntad mayoritaria.
Invitamos a los legítimos movimientos sociales de la región, así como a los partidos políticos auténticamente comprometidos con los intereses superiores de sus pueblos, a que busquemos las vías para abrir un espacio de reflexión y de adopción de posiciones respecto a los reiterados fraudes electorales.
Esa debe constituirse, también, en una trinchera común de lucha.
¡La Lucha Sigue!
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