Hoy, sábado 20 de Octubre, las más importantes organizaciones del país auténticamente comprometidas con la defensa de los intereses superiores del pueblo, marcharemos unidas en celebración del inicio de la Revolución de Octubre de 1944.
Marchamos no solamente para recordar la hermosa gesta emprendida por nuestros abuelos en aquel entonces, que heredó para toda Guatemala la única década en la historia de la cual podemos sentirnos orgullosos, sino, sobre todo, para rescatar el espíritu revolucionario prevaleciente entre 1944 y 1954 y ratificar su plena vigencia.
El pueblo guatemalteco enfrenta hoy una situación tanto o más grave que aquella que condujo al estallido de la Revolución del 20 de Octubre del 44. A modo de ejemplo, basta con constatar los siguientes hechos:
• Los niveles de pobreza son ya intolerables. Como evidente indicador, el propio Estado reconoce que en Guatemala el 48.3% de la infancia padece no sólo de desnutrición, sino que, peor aún, de desnutrición crónica.
• Los sectores minoritarios pero poderosos que han hecho de Guatemala su feudo particular, se aprestan para imponerle a todo el pueblo su nefasto “Plan Visión de País”, que conduce hacia la absoluta privatización de los servicios públicos, convirtiendo así el acceso a derechos básicos del pueblo, como salud y educación, en privilegio exclusivo de quienes puedan pagar por ello.
• En el ámbito laboral, la punta de lanza de la ofensiva anti-popular es la propuesta de una nueva Ley del Servicio Civil, cuyos contenidos establecen jurídicamente la desregulación de las relaciones obrero-patronales, el salario por productividad y la flexibilidad como normas rectoras del trabajo en el país, con lo cual atentan, de manera flagrante, contra el pueblo trabajador en su conjunto y contra el mismo Código de Trabajo, conquista heredada precisamente de los años de la Revolución de Octubre. La última intentona de las derechas por aprobar esta Ley fue derrotada por la unidad del pueblo hace apenas unos días.
• Hoy, en tiempos de Paz, reaparece el horrendo rostro de la represión, haciendo retroceder al país a épocas que nunca deberían repetirse. La persecución, la intimidación e incluso la desaparición forzada y el asesinato contra dirigentes de organizaciones populares y sindicales ha ido creciendo de manera constante, reeditándose así una política contrainsurgente que debería quedar en el pasado pero que, amparada por un manto de impunidad, cobra nuevos y preocupantes bríos.
• La codicia de grandes transnacionales se pone de manifiesto en su voluntad, entre otras cosas, de saquear las riquezas incluso de las entrañas de la madre tierra, apropiarse del agua, destruir los bosques y los valles, convertir en embalse la tierra en la que hoy viven comunidades enteras, todo ello con la complacencia de un Estado que no quiere respetar la voluntad popular expresada en numerosas consultas populares.
• El sector campesino se ve severamente amenazado por un modelo de desarrollo rural de inspiración neo-liberal que lo despoja de sus cuerdas y parcelas, el cual concibe que, para que exista desarrollo, en el país debe prescindirse de la agricultura de subsistencia, abrirse paso a una aún mayor concentración de la tierra productiva en pocas manos y destinarse esta tierra no para producir los alimentos que urge la propia población pobre y hambrienta, sino para producir bio-combustibles, que generan mayores ganancias para los egoístas dueños de la tierra.
• El desempleo se incrementa, obligando a una inmensa masa de seres humanos a migrar sitiados por el hambre, convirtiéndose así Guatemala en un país que presenta, como una de sus principales exportaciones generadoras de divisas, a su propia gente.
• La corrupción y la violencia campean por sus fueros, convirtiéndose en un mal generalizado que amenaza con destruir hasta los cimientos mismos de la institucionalidad. El crimen organizado ha penetrado profundamente a las instituciones públicas, llegando a ser ya en un auténtico poder oculto en el país. La corrupción adopta múltiples formas y, desde el Estado mismo, por efecto de cascada, se vierte hacia toda la población, amenazando con asfixiarla. La violencia se constituye en un cáncer que corroe hasta las entrañas de la nacionalidad.
Esa realidad llora lágrimas de sangre, pero de sangre del pueblo.
Ante ese triste panorama nacional, sabedores de que el peso de los efectos negativos pesa de manera exclusiva sobre los hombros de los hombres y mujeres del pueblo, las organizaciones hemos decidido convertir este próximo 20 de Octubre en el inicio de una lucha unitaria, constante y firme en la defensa de los derechos e intereses del pueblo.
Hay que rescatar y darle vida al espíritu de la Revolución de Octubre, como vía para hacer de Guatemala una nación justa, digna y humana, con la cual los sectores populares han soñado largamente.
Nos comprometemos, a una sola voz, hombro con hombro, mano con mano, a empeñar nuestros mejores esfuerzos en pro de la construcción de una Guatemala diferente, inspirada en el ejemplo que, durante los años de la Revolución, nos legaron nuestros abuelos.
Expresamos nuestra decidida voluntad y firme decisión de aunar esfuerzos al ocupar, en tiempos de Paz, las trincheras de lucha desde las que daremos las batallas necesarias para la forja de esa Guatemala que, desde 1954, ha sido el anhelo postergado de varias generaciones del pueblo.
¡Revolución y Unidad!
¡La Lucha Sigue!
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