Guatemala, 1 de Mayo 2008
A retomar el contenido de clase del Primero de Mayo
Año tras año, en Guatemala, el CACIF ha hecho uso de todas sus herramientas, sobre todo de los grandes medios de prensa, para desvirtuar la naturaleza del Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras, y ha procurado convertirlo simplemente en el “Día Internacional del Trabajo”. Con ello, lo que buscan las derechas es quitarle al Primero de Mayo del indiscutible contenido de clase con el cual nació esta fecha. Pretenden, así, castrar las posibilidades de que, en el país, cada Primero de Mayo contribuya a generar un mayor nivel de conciencia política en el seno del pueblo trabajador. “Que se rinda homenaje al trabajo, pero no a los trabajadores”, es la intención que subyace tras esta deformación inducida desde los que detentan el poder para su exclusivo beneficio.
Hay que decir que en promover esa distorsión han tenido bastante éxito. Hoy son miles y miles de personas las que entienden que el Primero de Mayo es apenas el día del trabajo y que, para rendirle honores, se realiza entonces una rutinaria y repetida marcha, a lo largo de la cual las organizaciones sindicales se limitan a plantear un conjunto de reivindicaciones, sobre todo de carácter económico, sin ir más allá que eso. Una parte de la población trabajadora, entonces, va a la marcha. Otra parte, quizás mayoritaria, aprovechándose del mal llamado feriado, más bien se va para el Puerto.
Es obvio, además, que en un país marcado por el sello de la aguda crisis derivada de las políticas neoliberales y de la codicia desmedida de unos pocos pero poderosos grupos, las demandas económicas y sociales que emanan desde el seno del pueblo y sus legítimas organizaciones conforman un listado inmenso: alzas constantes en el costo de la vida, privatización progresiva de los servicios públicos, violación creciente de los derechos laborales, criminalización de las luchas sociales, sumisión de la soberanía nacional ante la voracidad de las transnacionales, incremento en los niveles de violencia e inseguridad, carencia de acceso a la tierra y a la vivienda digna, defensa de los recursos naturales y del medio ambiente, aumento en los índices de desnutrición crónica, etc.
La lista de demandas puede seguir y seguir casi hasta el infinito, y, sin duda, cada una de las reivindicaciones planteadas en la misma es válida y requiere respuesta, en muchos casos urgente. Cada una de esas líneas debe convertirse, por sí misma, en bandera de lucha que debe ser enarbolada con dinamismo y vigor por parte de quienes forman parte de los sectores populares. Pero ello resulta del todo insuficiente.
Porque el éxito de las derechas reside en que se invisibiliza la causa principal desde la que emana cada una de las injusticias presentes en esa lista: el ejercicio hegemónico del poder por parte de las derechas. Es decir, se ignora el hecho de que el sistema imperante en Guatemala, cuando menos desde 1954, es la fuente generadora de cada una de esas lacras sociales y que éstas seguirán profundizándose en la medida en que los actores del poder sigan siendo los mismos. A las derechas parece no preocuparles que de vez en cuando se cuestionen los efectos derivados del sistema, en la medida en que no se cuestione al sistema en sí mismo. Y, al parecer, a veces las organizaciones populares caemos ingenuamente en ese juego.
La crisis que hoy vive Guatemala es por causa del sistema, es debido al poder absoluto que ejercen las derechas sobre prácticamente todos los aspectos de la vida nacional, así como en la sumisión del Gobierno ante las imposiciones externas que, en términos nacionales, convienen solamente a esas mismas derechas. Lo triste es que los costos y efectos de esa horrenda crisis caen, con gran peso y de manera exclusiva, sobre los hombros del Pueblo.
Por lo tanto, el Primero de Mayo debería convertirse en un momento en el cual el clamor del pueblo no sólo sea por las principales reivindicaciones coyunturales, sino, sobre todo, convertirse en un grito conciente y beligerante que llame a la transformación de fondo: a la transformación en las estructuras de poder dominantes. En la medida en que el sistema siga siendo el mismo, sus efectos negativos seguirán reproduciéndose, siempre en perjuicio de los sectores populares.
“El pueblo al poder”, debería ser, entonces, el tema central de todas las luchas que se emprendan, incluida cada marcha del Primero de Mayo. Para el país es realmente urgente que las organizaciones populares en general, y las sindicales en particular, reencontremos nuestro compromiso de clase y, a partir de esa identidad común, desarrollemos entonces algo que, hasta esta fecha, sigue siendo una de las grandes carencias: vocación de poder. Más específicamente, vocación de poder popular, con todo lo que ello lleva implícito.
Las derechas han sabido sembrar, en la conciencia colectiva, la idea equivocada de que el pueblo no puede ni debe ejercer el poder, sino que su ejercicio está reservado, por designio divino, a aquellos políticos de turno que la propia derecha señala. Han educado en la falsedad de que hay quienes nacen llamados a servir, (en donde ubican al pueblo), en tanto otros son los llamados a servirse, (en donde se colocan ellos mismos). A partir de esa idea que por supuesto es incorrecta, se sirven ellos a manos llenas en tanto, para el pueblo, sólo siembran pobreza, desnutrición, exclusión, explotación e injusticia.
Ese esquema hay que cuestionarlo y abrirle, entonces, espacio al sentido mismo de la democracia, que no significa otra cosa más que “poder popular”. Dice una conocida y certera consigna que “sólo el pueblo salva al pueblo”. Ello implica que, si realmente se quiere abrir espacios a la construcción de una Guatemala diferente, justa, digna y humana, se debe entonces saltar desde la lucha reivindicativa hasta un nuevo y superior peldaño: la lucha por el poder.
En el contexto actual de Guatemala, esta lucha debe darse en tiempos de paz, con las armas propias de los tiempos de paz, pero debe enfrentarse desde una gran diversidad de trincheras, cada una de las cuales es en sí misma importante. Las marchas, incluidas la del Primero de Mayo, son una de esas trincheras. En consecuencia, habrá que encontrar las vías para rescatar el Primero de Mayo y volver a darle sus contenidos de lucha, que deben ir mucho más allá de lo solamente reivindicativo. Se trata en esencia de la lucha de los explotados y oprimidos contra los explotadores y opresores. No hay otra forma de decirlo. Debemos impregnar nuestra marcha de contenido de clase, con lo cual adquirirá, entonces, una nueva dimensión que sólo puede calificarse como auténticamente revolucionaria.
¡La Lucha Sigue!
FNL
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