lunes, 14 de abril de 2008

MP hace el ridículo

Guatemala, 12 de Abril del 2008

MP se desnuda y muestra su verdadero rostro

Las declaraciones oficiales hechas públicas por el Ministerio Público con relación al vil asesinato del compañero Mario Caal y difundidas con amplio despliegue por el matutino Prensa Libre en su edición del día de hoy, sólo pueden calificarse como un pavoroso ridículo, como un fallido intento de burla a la inteligencia nacional y, peor aún, como una burda trama tras la cual lo que se oculta es la voluntad de consagrar la impunidad como manto cobertor de los crímenes cometidos por el propio Estado.

Los hechos criminales ocurridos en la aldea de Puntarenas el pasado 15 de Marzo, en
el marco de la incursión de una fuerza combinada de alrededor de 500 efectivos del Ejército y de la PNC, realizada con lujo de violencia en varias comunidades de Río Dulce, fueron esclarecidos con detalle por la propia Procuraduría de los Derechos Humanos, institución que, tras una seria investigación, estableció que la muerte del compañero Caal sólo puede calificarse como “ejecución extrajudicial”.

Sin embargo, hoy se publican declaraciones oficiales de parte del Fiscal Distrital de Izabal, José Cabrera, quien, con total desparpajo, afirma que este homicidio fue realizado por los propios vecinos de Mario Caal, como un acto de represalia. En sus infelices declaraciones, este vocero formal del Ministerio Público incurre en tal sarta de contradicciones e inconsistencias, que por sí mismas se bastan para poner en evidencia el grado absoluto de estupidez que reviste semejantes afirmaciones.

En primer lugar, este funcionario sostiene que en el Ministerio Público “creen que fue asesinado por otros campesinos, cuando descubrieron que él los había delatado a la Policía”. Debería saber el Fiscal que, en materia de investigación criminalística y de aplicación de la justicia, creer en algo es absolutamente insuficiente. El esclarecimiento de los hechos, alrededor de cualquier causa penal, no puede basarse en lo que ninguna de las partes crea o se imagine, sino en los hechos o situaciones que se prueben de manera irrefutable. Claro que al funcionario, en su calidad de persona, lo asiste el derecho de creer lo que a él le de la regalada gana; puede creer en la inmortalidad del cangrejo, en que la especie humana viene de Las Pléyades o en que la Selección Nacional, ahora bajo la dirección del Primi, sin duda alguna va a ganar el próximo Mundial; ese es su derecho y habrá que respetárselo por estúpidas que sean sus creencias. Pero sus credos no pueden ni deben constituirse, de ninguna manera, en elementos que permeen y desvirtúen la objetividad que precisa el proceso de investigación judicial.

Luego el Fiscal afirma que “Mario Caal…fue uno de los que inició el ataque contra agentes, cuando se les perseguía”. Debe destacarse que, hasta este momento, nadie, absolutamente nadie, ni siquiera el Ejército y la Policía habían ni mencionado siquiera que se hubiera generado un ataque en su contra. ¿De dónde saca este Fiscal ese inventado ataque? A pesar del cateo profundo, no se reportó que hubiera una sola arma decomisada, no hay un solo casquillo de bala encontrado, no hay un machete incautado, no hay un solo lesionado leve en las filas de las fuerzas agresoras, en síntesis, ni un solo indicio que permita a la Fiscalía sostener que se dio un ataque contra agentes por parte de la población o de cualquiera de los pobladores. ¿Será que Mario Caal les gritó malas palabras, les hizo gestos o caras feas?

Por otra parte, la invención de este inexistente ataque al que, con total irresponsabilidad, se refiere el vocero del Ministerio Público, pareciera haber sido creada con el fallido propósito de justificar ante la opinión pública una acción en legítima defensa por parte de las fuerzas combinadas. De ser así, resulta claro, entonces, que lo que infructuosamente pretenden es legitimar la ejecución extrajudicial que con firmeza señaló la PDH. Esta alegada acción, este ataque inventado viene a resultar, más bien, como un claro indicio de que las autoridades del Estado se la inventan porque son sabedoras de su propia culpa.

Pero la cadena de idioteces sostenidas por el Fiscal y publicadas por Prensa Libre, escrito por Coralia Orantes, no termina ahí. Además, el funcionario afirmó que “…Mario Caal y la esposa de Ramiro Choc…intentaron desviar la atención de la Policía y con palos, machetes y piedras provocaron a la Policía y, cuando agentes los intentaron detener, se tiraron de la lancha y huyeron”. La escena que describe el Fiscal sobrepasa los límites de lo absurdo. Parece más bien extraída de un guión de película de acción barata, lo cual lleva a pensar que el Señor Fiscal pasa demasiado tiempo frente a la pantalla de su televisor, con pobre criterio respecto a la selección de la programación por la que opta.

En síntesis, desde su propia perspectiva, denuncia que un hombre y una mujer, en momentos en que se despliega sobre el terreno un enorme operativo para dar con ellos y capturarlos, en lugar de ocultarse en lo profundo de las montañas adyacentes que les son familiares, más bien optan por, desde la precariedad de una lancha para turistas y armados de machetes, palos y piedras, ponerse a desafiar a la Policía y al Ejército, que se movilizaban fuertemente armados en lanchas rápidas, y que, dada la respuesta de los uniformados ante sus provocaciones, se dan a la fuga ¡a nado!.

El mismo artículo de Prensa Libre que recoge estas declaraciones informa que el MP había solicitado al Instituto Nacional de Ciencias Forenses que analizara la causa de la muerte de Caal. En su informe “establecieron que había muerto a causa de una hemorragia interna, debido a un golpe fuerte en el tórax. Luego se solicitó ampliación del informe, y ésta —según Cabrera— establece que el golpe pudo haberse asestado con un objeto cilíndrico, el cual podría ser una bomba lacrimógena”. Más claro no canta un gallo. Ya no es sólo la PDH, sino también el Instituto Nacional de Ciencias Forenses quien establece, sin que quepan dudas al respecto, la causa de la muerte.

La angustia del Fiscal por excusar a toda costa a los culpables explica su siguiente idiotez, que es digna de pasar al Salón de la Fama de las imbecilidades: el Fiscal, en la entrevista, expresa que “No se puede decir que un policía haya disparado a propósito contra Caal, sino que el problema es que un disparo de una bomba lacrimógena no tiene dirección definida, sino una trayectoria caprichosa”. Es decir, que la culpa la tuvo la bomba que, por caprichosa, fue a caer justo en el pecho de Mario Caal, ocasionándole su muerte. Ante semejante disparate cabe preguntarse: ¿Será que la culpable es la bomba por bruta, o será más bien que el Fiscal es quien se quiere pasar de listo, o quizás, será que este empleado del MP cree equivocadamente que el resto del país es tan idiota como él mismo ha mostrado serlo?

Y lo peor es que, a pesar de todo lo indicado, por encima de lo que expresa la investigación de los hechos, ignorándose los dictámenes de dos instituciones respetables, a pesar de lo que dictan el más elemental sentido común y el uso de siquiera un mínimo de inteligencia, este Fiscal se deja decir que “se cuenta con declaraciones de testigos que afirman que Caal fue asesinado por sus propios compañeros, después que descubrieran que éste había delatado al grupo con las autoridades”. En sus declaraciones, este malhadado Fiscal primero presenta a Mario Caal como el valiente personaje que desafía a las autoridades desde una lancha y se les escapa a nado. Luego como quien, a mano limpia, encabeza un inventado ataque contra las fuerzas combinadas y, al final, como un delator que fue ajusticiado por su propia gente.

Lo cierto es que las desventuradas declaraciones de ese tal José Cabrera se constituyen, por su propio peso, en una clara evidencia de la forma retorcida, malintencionadamente tergiversada, en que las autoridades públicas abordan de manera oficial el tema de la justicia.

Sus disparates ponen al desnudo la firme voluntad del Estado guatemalteco por hacer prevalecer la impunidad como manto protector de sus propias atrocidades.
La sangre de Mario Caal gotea desde las manos del Gobierno y tiñe de rojo encendido la conciencia nacional, especialmente la de los sectores populares. Guatemala, como país, está sentada sobre un barril de pólvora que tiene la mecha encendida. Las declaraciones de este Fiscal no hacen otra cosa más que añadirle leña a la hoguera del descontento nacional y, con ello, contribuyen a la creación de un clima político marcado por el sello de la inestabilidad, muy cercano a la ingobernabilidad y a la anarquía.

Desde nuestros impuestos no se le debe pagar el sueldo a semejante imbécil. Si los dueños de chalets en Río Dulce u otros actores afines le quieren pagar para que diga tales estupideces, allá ellos. Pero lo que corresponde actuar al Estado es el inmediato despido de este irresponsable, no sólo porque incumple con el buen desempeño de las funciones para la cual todos los ciudadanos y ciudadanas le pagamos su sueldo, sino porque, peor aún, con sus hechos se constituye en un obstáculo para que en el país florezca la justicia.

Es obligación del Estado, además, el abrirle proceso penal a los autores materiales e intelectuales del asesinato extrajudicial cometido en contra de Mario Caal. No existe excusa alguna para no proceder de inmediato. El Presidente de la República, el Ministro de Gobernación, el Ministro de Defensa, para mencionar algunos cargos relevantes, tienen la obligación ética e irrenunciable de responder ante la Ley por los hechos que acontecen bajo su mandato.

Para que se imponga la Justicia, se debe poner punto final a todas las prácticas que consagran la impunidad.

¡No más impunidad!

¡La Lucha Sigue!



Adjuntamos el artículo de Prensa Libre al cual se ha hecho referencia, así como un buen análisis del caso publicado en El Periódico, también en la edición del día de hoy.


Prensa Libre, 12 de Abril del 2008

Nacional
Proceso: Hipótesis de investigadores descarta ejecución extrajudicial, y analiza ataque de compañeros en represalia

MP ve como homicidio muerte de campesino
Campesinos observan el lugar donde apareció muerto Mario Caal. Inspecciona un auxiliar de la Procuraduría de los DD. HH.

Opinión
“No es real”

Sergio Morales, procurador de los Derechos Humanos, expresó ayer que le cuesta comprender cómo se puede librar de responsabilidad a las fuerzas de seguridad.

“Me parece una declaración no ajustada a la realidad, cuando esa persona ni siquiera llegó al lugar de los hechos. Nosotros seguimos sosteniendo que tenemos indicios racionales de que al menos un agente de la Policía fue el que causó la muerte del campesino”, expresó Morales.

Además, aseguró que no se puede descartar que Caal participase en el secuestro de los turistas belgas, pero que eso no justifica su muerte.

Síntesis
Hipótesis

Detalles de las hipótesis del MP respecto de la muerte de un campesino en Lívingston:

• Creen que fue asesinado por otros campesinos, cuando descubrieron que él los había delatado a la Policía.

• Subidos en la lancha robada a los turistas, intentaron desviar la atención de la Policía y, cuando los siguieron, se tiraron de la lancha.

• Mario Caal participó en el secuestro de los turistas belgas, y fue uno de los que inició el ataque contra agentes, cuando se les perseguía.


Por coralia orantes
El Ministerio Público (MP) determinó calificar como homicidio la muerte del campesino Mario Caal, ocurrida en Puntarenas, Lívingston, Izabal, durante la búsqueda de cuatro turistas belgas —el 14 de marzo último— secuestrados por invasores de áreas protegidas.

La decisión del MP es un revés para Sergio Morales, procurador de los Derechos Humanos, quien había afirmado en declaraciones públicas que agentes de la Policía habían cometido el delito de ejecución extrajudicial.

El MP señala que una de las hipótesis es que ese campesino participó en el secuestro de los cuatro turistas, un guía y un lanchero (estos dos, guatemaltecos).

Según José Cabrera, fiscal distrital de Izabal, se cuenta con declaraciones de testigos que afirman que Caal fue asesinado por sus propios compañeros, después que descubrieran que éste había delatado al grupo con las autoridades.

Al parecer, Caal dio información de dónde se encontraban secuestrados los turistas belgas.

También se ha establecido que la camiseta que se encontró alrededor del cuello del campesino no fue usada para estrangularlo, sino que la portaba para taparse el rostro en el momento del incidente.

Otra de las hipótesis con que cuenta la Fiscalía es que, después del secuestro, los campesinos pintaron la lancha robada a los turistas, e intentaron usar una trayectoria diferente para distraer a la Policía.

En esa lancha, aparentemente, viajaban Caal y la esposa de Ramiro Choc, quienes con palos, machetes y piedras provocaron a la Policía y, cuando agentes los intentaron detener, se tiraron de la lancha y huyeron.

El MP también había solicitado al Instituto Nacional de Ciencias Forenses que analizara la causa de la muerte de Caal.

En su informe establecieron que había muerto a causa de una hemorragia interna, debido a un golpe fuerte en el tórax.

Luego se solicitó ampliación del informe, y ésta —según Cabrera— establece que el golpe pudo haberse asestado con un objeto cilíndrico, el cual podría ser una bomba lacrimógena.

“No se puede decir que un policía haya disparado a propósito contra Caal, sino que el problema es que un disparo de una bomba lacrimógena no tiene dirección definida, sino una trayectoria caprichosa”, expresó Cabrera.

Uno de los principales problemas es que la escena estuvo altamente contaminada, dijo el MP.
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El Periódico, 12 de Abril del 2008

Opinión:
Por qué mataron a Mario Caal
No es la primera vez que esto sucede.

Por: Rosalinda Hernández Alarcón

El ambiente está nublado, turbio… Las especulaciones son muchas: quién y por qué mataron al ex asesor del Ministerio de Gobernación, Víctor Rivera, cinco días después de ser relevado de su cargo y que, según algunos conocedores del tema, fue muy eficiente en casos de secuestros, extorsiones y robo de furgones. La exigencia a que dicho asesinato no quede impune es unánime.

Este hecho está generando variadas reacciones que relegan otros temas, quizás porque las personas beneficiadas por la actuación de Rivera tienen gran peso político y económico; entre ellos, destacan algunos empresarios que reivindican su derecho a la seguridad pública. No es la primera vez que esto sucede, así han sido desdibujadas exigencias sociales y denuncias contra instituciones públicas o se desplazan problemáticas como el aumento de precios en los alimentos y la falta de soluciones a la conflictividad agraria y rural. La conmoción que está provocando el asesinato de Rivera probablemente apagará otras consignas como la enarbolada por Prensa Libre, el domingo pasado, en la que exige seguridad porque varias regiones del país están “bajo el acoso incesante de delincuentes disfrazados de líderes comunitarios y quienes, junto a sus hordas, se han convertido en una pesadilla para personas particulares y el propio Estado”; o suceda algo extraordinario y hechos silenciados salgan a la vista pública.

Quizás a ese diario ahora le interese dar pormenores de los operativos realizados por agentes de la Policía Nacional Civil en Livingston, en los que no han encontrado armas en las comunidades campesinas, pero sí han sido robadas pertenencias de sus habitantes. Asimismo, informe quiénes son las personas en contra quiénes se han girado órdenes de captura como supuestos “terroristas”, ya que algunas no existen y otras gozan de una honorabilidad probada por sus vecinos.

Seguramente los medios darán seguimiento al caso del asesinato de Rivera, ojalá igual lo hagan con las injusticias que viven las comunidades en Livingston. Entonces será posible saber que mientras personal de la Procuraduría de los Derechos Humanos buscaba dialogar con las autoridades de Gobernación, encargadas de facilitar la salida del país de cuatro turistas belgas, sus agentes –antes de asesinar a Mario Caal–, intentaron asesinar a otro campesino que encontraron a su paso. También conocer detalles de la actuación de los uniformados, quienes empuñaron sus armas para amedrentar a un grupo de mujeres que “armadas” de valor les gritaron “si vienen a matarnos, aquí está nuestro pecho, no somos delincuentes”. Además, percatarse que las tres personas capturadas (una de ellas menor de 18 años) por elementos policíacos fueron durante cinco horas amenazadas, y a una de ellas le robaron sus pertenencias; agresiones que en ningún momento sufrieron los belgas. Si se continúa informando con veracidad, la opinión pública tendrá elementos para calificar la validez de las demandas de estas comunidades indígenas.

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