Guatemala, 16 de Julio del 2009
Que Mora y Cañas cabalguen de nuevo
En la historia encontramos el rumbo que hoy debemos emprender
En Guatemala, infortunadamente, se conoce muy poco de nuestra propia historia y, mucho menos aún, de la historia de Centroamérica. Por eso es bueno recordar que en 1856, una gavilla de desalmados, por la vía de las armas usurpó el poder en Nicaragua y pretendió, desde allí, adueñarse de los bienes y las libertades de todos los centroamericanos. Los pueblos del Istmo, en aquellos años, supieron darse la mano por encima de fronteras artificiales y, hombro con hombro, enfrentar la agresión de aquellos filibusteros, hasta derrotarlos y expulsarlos del suelo centroamericano con la punta del zapato.
Desde Costa Rica, su Presidente de aquel entonces, Don Juanito Mora, lanzó una hermosa proclama, cuyo texto, por su valor y actualidad, trasladamos íntegramente:
"COMPATRIOTAS:
"A las armas! Ha llegado el momento que os anuncié. Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía que la ha reducido a la más oprobiosa esclavitud. Marchemos a combatir por la libertad de nuestros hermanos.
"Ellos os llaman, ellos os esperan para alzarse contra sus tiranos. Su causa es nuestra causa. Los que hoy los vilipendian, roban y asesinan, nos desafían audazmente e intentan arrojar sobre nosotros las mismas ensangrentadas cadenas. Corramos a romper las de nuestros hermanos y a exterminar hasta el último de sus verdugos.
"No vamos a lidiar por un pedazo de tierra: no por adquirir efímeros poderes; no por alcanzar misérrimas conquistas, ni mucho menos por sacrílegos partidos. Nó, vamos a luchar por redimir a nuestros hermanos de la mas inicua tiranía: vamos a ayudarlos en la obra fecunda de su regeneración, vamos a decirles: Hermanos de Nicaragua, levantaos: aniquilad a vuestros opresores. Aquí venimos a pelear a vuestro lado por vuestra libertad, por vuestra patria. Unión, nicaragüenses, unión. Inmolad para siempre vuestros enconos; no más partidos, no más discordias fratricidas. Paz, Justicia y libertad para todos. Guerra sólo a los filibusteros.
"A la lid pues, costarricenses. Yo marcho al frente del ejército nacional. Yo, que me regocijo al ver hoy vuestro noble entusiasmo, que me enorgullezco al llamaros mis hijos, quiero compartir siempre con vosotros el peligro y la gloria.
"Vuestras madres, esposas, hermanos e hijos os animan. Sus patrióticas virtudes os harán invencibles. Al pelear por la salvación de vuestros hermanos, combatiremos también por ellos, por su honor, por su existencia, por nuestra patria idolatrada, y la independencia hispanoamericana.
"Todos los leales hijos de Guatemala, El Salvador y Honduras, marchan sobre esa horda de bandidos. Nuestra causa es santa, el triunfo es seguro. Dios nos dará la victoria, y con ella la paz, la concordia, la libertad y la unión de la gran familia centroamericana.
En aquel no tan lejano entonces, el General José María Cañas, de origen salvadoreño, estuvo al frente de las fuerzas centroamericanas que se unieron para enfrentar la severa e inaceptable agresión que cometían los enemigos de la libertad. Hay que decir que el General Cañas había destacado luchando al lado de Francisco Morazán, de nacionalidad hondureña, quien dedicó su vida a la construcción de la República Federal de Centroamérica.
Es fácil ver cómo, hace un siglo y medio, el espíritu predominante en el Istmo era el de la solidaridad activa. Los pueblos y sus respectivos Gobiernos, en ese momento trascendental de la historia regional, supieron encontrarse, aunar esfuerzos y sus luchas ante una amenaza real, tangible, que ponía en riesgo a toda la sociedad en su conjunto.
Hoy, en Honduras, una gavilla igual o peor que la de 1856 ha usurpado el poder y ha lanzado sus perros de la guerra contra el pueblo y sus legítimas organizaciones. Agreden, con ello, a la Paz, y generan desestabilización en toda la región centroamericana. Afrentan de manera flagrante al espíritu mismo de la democracia y ponen en riesgo la construcción que, en esa dirección, se ha emprendido.
La dolorosa realidad que esa banda de desalmados le ha impuesto a Honduras también nos afecta a nosotros, los centroamericanos. Señala, a todas luces, el oscuro camino que no debe retomarse y demanda, por ello, que los pueblos centroamericanos actuemos a una sola voz para parar, de una vez por todas, esas ciegas ambiciones de poder, esa codicia desmedida que hoy pretenden apoderarse de Honduras.
La época de los golpes de estado, del ejercicio militar, dictatorial y represivo del poder oligárquico y burgués deben quedar atrás, como parte de una historia triste y dolorosa, plagada de sangre y de lutos, que no debemos olvidar y, mucho menos aún, permitir que se reinstale. Es una época que todavía demanda justicia.
Por ello, es preciso rescatar de las páginas de la historia el ejemplo de unidad regional que, en 1856, nos legaron Mora y Cañas.
El espíritu de aquellos años debemos hoy reencontrarlo para que, como un solo pueblo, los centroamericanos rechacemos, para siempre, a quienes ahora pretenden sumergirnos de nuevo en un baño de oscuridad, de miseria, de ricos cada vez más ricos versus pobres cada vez más pobres y de servil entreguismo ante las ambiciones extranjeras.
¡LA LUCHA SIGUE!
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