Guatemala, 14 de Mayo del 2007
Siglo Veintiuno al servicio de sus amos
El matutino Siglo 21 se ha dedicado, con especial empeño, a invertir tiempo, esfuerzos y espacios a la tarea de desprestigiar al movimiento sindical guatemalteco. Sólo en lo que transcurre del mes han destinado más de seis páginas principales, incluidas sus portadas, a difundir bien urdidas tergiversaciones, a todas luces malintencionadas.
Primero la emprenden contra los Pactos Colectivos, y luego contra la dirigencia de los más combativos sindicatos. En ambos casos, cuestionando lo que establecen las leyes, es decir, emprendiéndola contra la legalidad vigente y colocándose en las filas de aquellos a quienes determinadas leyes les resultan incómodas, máxime cuando en las mismas se establece la validez de derechos del pueblo.
El refranero popular suele afirmar que “cada león juzga por su condición”, y ello se refleja claramente en el contenido propio de los enfoques planteados públicamente en Siglo 21. A los derechos que establece la legislación laboral vigente ellos les llaman simplemente “prebendas” o “privilegios”.
Para el sector empresarial, oligárquico y explotador que ese medio de comunicación representa, no es posible concebir que existan derechos y, mucho menos aún, que las organizaciones populares se permitan el lujo de ejercerlos. Ellos sí, los poderosos, están acostumbrados, desde siglos atrás, a hacer uso indiscriminado del poder económico y militar para rodear sus vidas de prebendas y privilegios de todo tipo, tamaño, color y forma. Por esa razón, no pueden entender que sea de otra manera en lo que se refiere a los derechos del pueblo. Y, en esa misma línea, hacen también uso de otra importante palanca de poder de la que disponen a su favor: los medios de comunicación social, de los que son dueños y a los que controlan a su gusto y placer.
Pero lo que conviene preguntarse es el por qué. ¿A qué se debe esta fobia manifiesta que Siglo 21, sus dueños y sus allegados tienen en contra del movimiento sindical? ¿Cuál es la causa que genera tantos odios y animadversiones por parte de los sectores más poderosos del país, en contra de una forma de organización que se atreve a defender con gallardía los derechos de la clase trabajadora?
Los ataques recientes desde las páginas de Siglo 21, (como lo serán los ataques futuros que, de seguro, ya están urdiendo sus bien pagadas plumas), no son casuales ni gratuitos. Nacen del hecho de que las derechas han encontrado en el sindicalismo al principal obstáculo para la implementación de sus políticas neoliberales. Quieren culminar la construcción de un país cuyo pueblo viva desprotegido, indefenso, fácil presa de la voracidad sin límites de los grandes empresarios nacionales y extranjeros.
Y, para alcanzar esa su meta, han identificado que los sindicatos les estorban. No todos los sindicatos, claro está. La emprenden en particular contra aquellos que les han venido propinando severas derrotas en temas que les han dolido, como la Ley de Concesiones, la Ley del Agua, el Paquetazo Fiscal, las leyes el Plan Visión de País y otros afines. Su blanco principal, entonces, son los sindicatos más combativos, los más comprometidos con sus bases en particular y con los derechos de la población en general.
En consecuencia, esas páginas que han publicado son, al fin de cuentas, nacidas desde el miedo. La oligarquía le tiene terror al creciente movimiento sindical y a las reiteradas victorias que ha venido cosechando. Las derechas han encontrado en los sindicatos y en las organizaciones populares a su adversario ideológico de mayor contundencia.
Y temen, también, a los ejemplos que provienen de otras latitudes de América Latina. Los presidentes Lula, Morales, Correa, Chávez, Vásquez, Bachelet, Kirchner, Ortega y Fidel, entre otros, cuentan con el pleno respaldo o provienen desde el seno de las organizaciones populares. La derecha chapina, en su miopía, se horroriza ante la posibilidad real de que por estos lares empiecen a construirse posibilidades similares.
Lo cierto es que en la actual contienda electoral varias organizaciones han roto con el viejo esquema artificialmente dicotómico de que entre la lucha reivindicativa y la lucha electoral debe darse un divorcio a ultranza. Hoy, por el contrario, parten del principio correcto de que las organizaciones populares y sus dirigentes tienen la obligación ética de adoptar una posición clara y firme ante el panorama político-partidario. Y la única opción en la que se reflejan de manera real los intereses superiores del pueblo es en la izquierda.
Ante esa definición, tiemblan las derechas. Y responden con su infructuoso ataque desde uno de los medios que controlan.
El reiterado ataque perpetrado por Siglo 21 hay que calificarlo como un hecho reñido con el espíritu de la construcción democrática. En sus páginas, se colocan en contra de lo que establecen la Constitución y las Leyes de la República. Niegan el derecho a la libre asociación que consagra la Carta Magna. Sus artículos la emprenden contra el Código de Trabajo y las leyes laborales vigentes. Invitan a la confrontación y promueven la ilegalidad. En síntesis, su intencionalidad puede calificarse como claramente antidemocrática.
Por lo tanto, deben tener perfectamente claro esas plumas vendidas al servicio de sus amos que con sus ataques no nos amedrentan. Por el contrario, nos reafirman en nuestra voluntad de continuar la lucha por hacer valederos los derechos de todo el pueblo.
Cabe aquí, ante estos hechos, aplicar el viejo adagio que rezara Don Quijote a su escudero: “Nos ladran, Sancho. Señal de que cabalgamos”.
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