Guatemala, 23 de Mayo del 2007
La Ministra insiste en condenar a muerte a las Escuelas Normales
A pesar de la oposición expresada por la comunidad normalista, quien ha fundamentado su rechazo con sólidos argumentos, desde el Ministerio de Educación se insiste, tercamente, en imponerle a las Escuelas Normales del país una política que apunta hacia su desaparición.
Tanto el movimiento estudiantil como el personal docente y los padres y madres de familia de las Escuelas Normales han hecho prácticamente todo lo posible para evitar que las pretensiones privatizantes ministeriales se materialicen: han planteado propuestas alternativas, han analizado y contra-argumentado de manera irrefutable cada palabra a favor expresada por el Ministerio, han procurado explicarle a la opinión pública sus propuestas y las razones de sus propuestas, en fin, han sido protagonistas de una muy buena práctica de incidencia política, pero sus esfuerzos han caído en oídos sordos.
Incluso, debido a su lucha por la preservación de las Escuelas Normales, han sido calificados como bochincheros, como exaltados, y desde el Gobierno se les ha amenazado con el uso de la fuerza bruta si insisten en realizar cualquier tipo de acción tendiente a la defensa de ese derecho a la educación. Ya en contra de las señoritas del Belén y del INVO en Totonicapán se han desplegado y actuado fuerzas antimotines en respaldo a la imposición ministerial.
En el fondo, lo que está en juego es la voluntad gubernamental de pasar el tema de la formación de maestros a las universidades, como lo han expresado las autoridades educativas. Para “tercerizar” ese proceso, necesitan deshacerse de las Escuelas Normales. Dicen que Guatemala es el único país, junto con Haití, que todavía forma maestros en secundaria, y que eso es inaceptable.
Lo que no reconocen las autoridades ministeriales y los empresarios que las conducen, es que en muchos de esos otros países ya están resueltos otros problemas básicos de la educación, de servicios públicos de mejor calidad y de empleo, que posibilitan ese paso. Por ejemplo, Guatemala es el país del Continente con más baja inversión en materia educativa con respecto al Producto Interno Bruto. Somos el país con más alta tasa de analfabetismo entre la mujer de todo el Continente. Y somos el segundo lugar en analfabetismo en general. En fin, ostentamos una serie de records de los cuales, como país, no podemos menos que avergonzarnos.
Somos el país con mayor tasa de desempleo de maestros graduados, precisamente en el país que más maestros necesita, debido a los pobres resultados que emanan del sistema educativo, como puede verse en los indicadores antes mencionados. ¿No es esa una horrorosa contradicción?
Lo otro que no reconoce la Señora Aceña es que esos magros resultados emanan precisamente de las desatinadas políticas educativas que ella y sus predecesores han impulsado. No solamente se invierte poco en educación, sino que, pero aún, lo poco que se invierte se invierte mal e incluso el Ministerio procura “ahorrar dinero”, que luego es trasladado a obras que para nada tienen que ver con el beneficio y con los derechos de los sectores populares. Tal el caso de los 200 millones que le sobraron a Educación en el 2006 y que se trasladaron por órdenes de Berger a la remodelación del aeropuerto La Aurora y al pago de programas de computación en la Oficina Nacional del Servicio Civil. Se llegó al colmo de que recientemente, con fondos de la cartera de Educación, 16 millones, se compraron dos modernos helicópteros, que quedaron a la orden de Aeronáutica Civil.
Nadie duda respecto a la necesidad de reformar el pensum de las Escuelas Normales y formar, así, cada vez mejores maestros y maestras, que le aporten más al desarrollo humano del país. De hecho, ese es uno de los contenidos fundamentales explícitos en la verdadera reforma Educativa, la que nace desde la letra y el espíritu de los Acuerdos de Paz. Y se enfrenta, entonces, a la voluntad privatizante de la Contrarreforma Educativa que se impulsa desde el Estado, y que, en este campo, simplemente se propone la desaparición de las Escuelas Normales, por la vía que sea, pero que desaparezcan.
En el marco de esta lucha, Prensa Libre publicó un breve artículo respecto a una marcha realizada el día de ayer en Santa Cruz del Quiché. En la nota se informa, entre otros detalles, que la acción contó con el respaldo de otras organizaciones populares, como el Sindicato de Trabajadores de la Salud y la Alcaldía Indígena. Este hecho, sin que quepa la menor duda, es de significativa importancia, porque implica que la comunidad nacional, en su conjunto, empieza a apropiarse de un tema que la afecta de manera directa.
Cuando menos en Santa Cruz del Quiché parece que se empieza a forjar una poderosa alianza entre estudiantes, educadores, padres y madres de familia, trabajadores salubristas y pueblo maya, además de otras fuerzas locales, que expresan su voluntad de aunar esfuerzos en la lucha.
Esta disposición resulta de significativa importancia, porque pone en evidencia un hecho relevante: Nuestro pueblo empieza a luchar como pueblo, y a romper con la dispersión que ha sido inducida desde las esferas de poder. La solidaridad empieza a revivir en Santa Cruz del Quiché, y ya no como palabra para adornar discursos, sino como un hecho concreto que se expresa en las luchas que se emprenden. A eso, sin duda, las poderosas derechas le tienen miedo. Le tienen horror porque saben que, si los pueblos se unen, ese poder que han detentado durante siglos se pone en riesgo y, con ello, los privilegios y prebendas que han construido para su exclusivo beneficio.
Por ello, aplaudimos el ejemplo de unidad popular que muestran las organizaciones quichelenses y respaldamos plenamente sus demandas.
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